Desafortunadamente, el día de la inauguración no salió según lo planeado y a menudo se lo conoce como el "día negro" de Disneyland. Poco más de 20.000 se sumaron a los 6.000 visitantes con invitación habitual y todo ello hizo insostenible la concurrencia, creando enormes problemas que se complicaron aún más por el insoportable calor. Además, no todas las atracciones estaban listas y disponibles porque aún quedaban muchas por terminar e incluso algunas tenían la pintura tan fresca que manchaba la ropa de los invitados. No hace falta decir que los periódicos dejaron malas críticas para este día importante pero lejos de ser perfecto.